Muere Miguel Delibes, maestro de la narrativa del siglo XX y sabio del alma castellana


Madrid,  (EFE).- El escritor, periodista y académico de la Lengua Miguel Delibes, fallecido hoy en Valladolid, fue uno de los grandes maestros de la narrativa del siglo XX, a la vez que sabio conocedor del hombre, el lenguaje y el paisaje castellanos.
Delibes se consideraba “un narrador rural apasionado por la naturaleza” que abordó en su obra “Castilla y su drama” y que siempre se mantuvo fiel a sí mismo.
Sus textos literarios son un retrato fiel y crítico de las tierras y hombres de su Castilla natal, además de un alegato en favor de la naturaleza y de la armonía entre el hombre y el medio natural.
Viajero, cazador, pescador y amante de la naturaleza, Miguel Delibes nació el 17 de octubre de 1920 en Valladolid, ciudad castellana situada en el centro de España en la que transcurrió su vida.
Tercero de los ocho hijos del matrimonio formado por Adolfo Delibes, profesor y director de la Escuela de Comercio de Valladolid, y María Setién, burgalesa de origen, estudió en el colegio de La Salle y posteriormente las carreras de Comercio, Derecho y Periodismo (Escuela Oficial de Madrid).
En 1946 obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio de su ciudad, labor que le llevó durante seis meses de profesor visitante a la Universidad de Maryland (EEUU).
Empezó profesionalmente en la banca y después compaginó durante años docencia, periodismo y literatura.
Entre 1941 y 1963 trabajó en el diario “El Norte de Castilla”, del que fue caricaturista, redactor y director (1958-1963). Debido a la censura, decidió abandonar el rotativo.
En “El Norte de Castilla” empezó a cultivar la concisión y el calado humanista que desprende no sólo la docena de libros publicados en esta etapa periodística, como “El Camino” (1950) y “Las ratas” (1962), sino toda su posterior obra literaria, alrededor de 70 títulos.
De entre sus novelas, relatos breves, ensayos, artículos periodísticos y crónicas viajeras, Miguel Delibes se queda, según declaró en 2007, con el libro “Viejas historias de Castilla la Vieja” (1964), de apenas cincuenta páginas y que considera “el más representativo” de todos “por su prosa, su paisaje, sus personajes, su movimiento y su sentido del humor".
Elegido académico de la Lengua el 1 de febrero de 1973, ingresó en esta institución el 25 de mayo de 1975 para ocupar el sillón “e”, vacante del polígrafo Julio Guillén Tato, con el discurso “El sentido del progreso desde mi obra".
Muchos libros del autor de “Cinco horas con Mario” (1966) y “Los santos inocentes” (1981) han sido adaptados al cine, la televisión o el teatro, como “El camino” (1963), de Ana Mariscal; “La guerra de papá” (1977), de Antonio Mercero; “Los santos inocentes” (1984), de Mario Camus; “Una pareja perfecta” (1997), de Francesc Betriu; o “El disputado voto del señor Cayo” (1986) y “Las ratas” (1998), películas ambas de Antonio Giménez Rico.

Günter Grass y los hilos del dolor

POR FRANCISCO S. CRUZ*
En “pelando la cebolla” la autobiografía de Günter Grass (Premio Nobel de literatura-1999) la dictadura hitleriana del fascismo y el horror de la guerra se confabulan en una suerte de atmósfera siniestra y asfixiante de un caos existencial. En sus paginas todo es dolor, o cuando no, mueca horrible de un mapa ensangrentado (la Europa de las dos Alemania) que se va configurando sobre escombros, cadáveres y campos de exterminios. Es el rostro de la guerra (la segunda Guerra Mundial 1939-1945). Grass, nos lo recrea a fuerza de dolor y ‘hambre’ (de arte).
Cuando el escritor alemán, puso a circular su obra autobiografíca el mundo entero centró  su atención (o sadismo) en su confesión de que había sido miembro de las Juventudes Hitlerianas, a los 17 años. Nadie reparó, en esta otra confesión-tragedia más lacerante y familiar: “durante los pocos años que le quedaron aún, mi madre no empezó siquiera una frase, ni dejó caer una palabra, de la que pudiera deducirse qué ocurrió en la tienda vaciada, abajo en el sótano  o en algún otro lugar del piso, dónde y cuántas veces fue violada por los soldados rusos. Y el hecho de que, para proteger a la hija, se hubiera ofrecido para sustituirla, sólo pude saberlo después de su muerte, en alusiones, por la hermana. Faltaban palabras”. ¡Que dolor!
Por ello toda guerra es una perversión y una catástrofe en donde el hombre se mutila o se niega emocional y racionalmente para hundirse en su estado salvaje y auto-devorarse y luego registrarla (la guerra) como hazaña épica en los libros de historia. En ese exorcismo-holocausto nos hemos debatido históricamente.
Y no es mentira, toda guerra (o dictadura) cuando termina se empecina en borrarlo todo. Nadie quiere fantasmas que les persigan ni que les hagan muecas (ese, probablemente, es el trauma que purga a la hija y a la nieta del sátrapa Trujillo). El mismo Günter Grass, artista y escultor de postguerra sintetiza esa lógica desde otra perspectiva (la de la reconstrucción material histórica-arquitectónica):  “Mas bien, había que eliminar los daños feos y persistentes de la guerra dentro de los parques municipales y, por consiguiente, en el Holfgarten”. O más descriptivo aún:
“Allí, donde figuras de arenisca habían sido decapitadas por la metralla o convertidas en inválidos mancos, aquí había que renovar la cabeza ausente de la diosa Diana, allá una cabeza de Medusa que faltaba, según modelos fotográficos o de yeso. Miembros perdidos y cabecitas de ángel partidos en dos necesitaban ser completados...”.
Pero..., ¿cómo reconstruir las vidas, los sueños y las esperanzas hechas trizas por la guerra? Eso no se recupera ni se cura. Eso sencillamente es el sello de cualquiera guerra o dictadura. Como también, este otro sello: “La delación era entonces corriente. Una indicación anónima bastaba. En aquellos años, alumnos de instituto fervorosamente creyentes habían enviado con harta frecuencia a sus profesores...”. Aquí Hitler, Trujillo y el Fascismo se pusieron de acuerdo. Porque, ¿cuántos no corrieron la misma suerte en nuestro país?

Finalmente, Günter Grass del horror y final de la guerra evoca esta imagen: “De esa época sólo ha quedado una foto. Representa a un joven, subido a una estructura de tubo de acero, que mira al mundo como si lo abarcara con la vista. Para identificarse profesionalmente, el zurdo sostiene como es debido el mazo de madera de los tallistas y en la otra mano el puntero”. Sin duda alguna, esa imagen de Grass es la de un joven artista que ha dejado, con el paso del tiempo, su impronta en la literatura universal. Pero la que la hija del dictador Trujillo (Angelita), nos quiere vender es la de un ángel (como padre y ciudadano) que no aparece ni en la historia ni en la mente mas retorcida. Y no hay forma ni libro que lo pueda negar: Trujillo fue un vulgar y siniestro asesino. Y esa es la única y fiel imagen que aflora cada vez que familiares y secuaces quieren reivindicarlo ante el país y las jóvenes generaciones. Por ello -y para el dictador Trujillo-, ¡El infierno será siempre su hoguera!

Pediatra retirado pretende recetar poesía a los niños

Publicado por Julián Pérez Porto

En el marco de la presentación de un poemario titulado “Anónimo viajero”, su autor, el español Octavio Fernández, aseguró que, por su formación como pediatra y su actividad literaria, le gustaría reemplazar los medicamentos que prescribía cuando ejercía la medicina por recetas de poesía.
Anónimo viajeroAunque no ocultó su deseo de ver al género que le apasiona convertido en fuente de sanación, el escritor que ya tiene tres poemarios en su haber consideró que la poesía no se puede indicar como tratamiento obligatorio, sino que los pacientes “deben tomarla de forma voluntaria”.
Si bien este hombre que comenzó a desarrollar su faceta poética tiempo después de haberse jubilado reconoce que, en la actualidad, cada vez se lee menos poesía porque “muy poca gente renuncia a una novela de éxito para leer poesía”, Fernández no baja los brazos y confía en que esta tendencia se revierta. Según su opinión, ese tipo de textos resultan muy útiles “para vivir, desde el punto de vista humano; para crecer, desde el punto de vista intelectual y para gozar, desde el punto de vista estético”, tal como reproducen desde ADN.es.
Para él, sus creaciones poéticas son como “un viaje interior” que no sólo le permite conocerse a sí mismo, sino que también le brinda la posibilidad de identificar las relaciones que mantiene con el “macrocosmos” que lo rodea. De acuerdo a su parecer, el mundo podría llegar a funcionar sin poesía, pero ya “no sería lo mismo”.
¿Ustedes qué opinan sobre estas curiosas reflexiones de Octavio Fernández? ¿Coinciden con la visión de este autor que decidió expresarse a través de la poesía, un género al que él le adjudica poderes curativos? ¿Creen que sería importante que este género se fomentara desde temprana edad? ¿Cuáles consideran que serían las ventajas de consumir textos poéticos desde la infancia?